lunes, 2 de marzo de 2009

La piedra en el zapato

Cuando la campaña presidencial recién comenzaba tras la designación de los candidatos del FMLN, señalé en otro espacio de opinión que el tema de Venezuela sería muy perjudicial para Mauricio Funes, a no ser que optara por agarrar al toro por los cuernos expresando con claridad su desacuerdo con las prácticas antidemocráticas y los planes expansionistas de Hugo Chávez.
El presidente venezolano ha sido una inagotable mina de oro para la publicidad arenera, ya que sus actuaciones permiten presentar de manera muy concreta, real y dramática lo que muchos salvadoreños no queremos que ocurra en nuestro país.
El argumento de ARENA es que el FMLN representa un peligro real de que eso ocurra. Por su parte, ni el FMLN ni Mauricio han rebatido ese argumento de la única forma en que podían haberlo hecho para restar impacto a la propaganda de sus rivales. Han preferido evadir el tema y tratar de persuadir a los votantes de que Venezuela no amerita discusión en el contexto de nuestra elección presidencial.
El FMLN no puede prescindir de las grandes cantidades de dinero que le otorga o le facilita Hugo Chávez. Tampoco ha querido nunca liberarse de la tutela ideológica de los cubanos, quienes no aprobarían un distanciamiento y menos una ruptura con su aliado venezolano. Y definitivamente no quiere excluirse del nuevo culto de los sectores más desfasados de la izquierda latinoamericana. Para el FMLN, la lealtad a Chávez no está en discusión.
Mauricio Funes, en cambio, no tiene ataduras con Cuba y no le debe mucho a Hugo Chávez. Más allá de algunas actuaciones de tipo autoritario a las que sería proclive por su personalidad, creo no equivocarme al afirmar que las ideas y las intenciones de Funes son genuinamente democráticas. Seguramente no aprueba el comportamiento grotesco de Chávez ni la forma como el coronel se ha valido de procedimientos democráticos para socavar los cimientos de la democracia.
Sin embargo, Mauricio no ha querido o no ha podido censurar de manera clara y contundente los atropellos a la democracia en Venezuela. Al no hacerlo, ha mantenido abierto el tema y ha tenido que cargar con el peso de la duda y de la desconfianza que eso genera en sectores sociales que, por lo demás, podrían respaldar entusiastamente su candidatura.
El candidato del FMLN puede aferrarse tozudamente a su argumento de que lo único importante es lo que pasa en nuestro país. Puede llegar al 15 de marzo repitiendo que no es él sino ARENA la que siempre se doblega ante los poderes; pero eso no le conseguirá los votos que necesita para ganar. Lo que muchos quieren saber es hasta dónde está dispuesto a mojarse para defender los principios democráticos.
El tema de Venezuela es relevante en la medida en que permite a los votantes saber exactamente a dónde quieren llevar a El Salvador el FMLN y su candidato. El punto no es sólo si van a dejarse mangonear por Chávez. Lo más importante es si comparten las ideas de Chávez sobre la organización política del Estado y sobre el respeto de las libertades y garantías propias del sistema democrático. Esto definitivamente nos atañe.
Mientras Mauricio no se pronuncie inequívocamente en contra de regímenes que concentran todo el poder político en una persona o en un partido, seguirá siendo enteramente válido que ARENA advierta al pueblo salvadoreño del riesgo que enfrenta nuestro país de deslizarse hacia un régimen totalitario.
Obviamente hay claras diferencias entre países y las cosas no se harían en El Salvador de la misma manera que se han hecho en Venezuela o en Nicaragua, pero ese argumento no es suficiente para disipar las dudas y los temores que mucha gente tiene.
Es cierto que la Constitución de El Salvador tiene una cláusula pétrea que protege a la democracia representativa como sistema de gobierno, pero no seamos ingenuos. Una vez en el poder, el FMLN tendría amplias posibilidades de penetrar y utilizar el aparato estatal para crear y fortalecer los comités de barrio, las asociaciones gremiales y todas las demás instancias de las que se vale la mal llamada “democracia directa” para convertirse, de facto, en el sistema real de gestión política, un sistema absolutamente controlado por el partido en el poder.
La democracia representativa quedaría gradualmente reducida a una mera formalidad mientras llega el momento en que la correlación de fuerzas permita anularla completamente. Ese es el plan del FMLN y los votantes tenemos legítimo derecho a saber si Mauricio Funes es solo una pieza que encaja bien en una corta fase de dicho plan o si conducirá el Estado con visión de futuro y con férrea voluntad de oponerse a la estrategia leninista del partido que se ha valido de él para avanzar en la instauración de un régimen totalitario.

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